EL PECADO IMPERDONABLE

¿Sabe usted a qué se le llama El pecado Imperdonable? Al leer esta pregunta asumimos que ya usted se habrá dicho que se trata de “La Blasfemia contra el Espíritu Santo”, y está en lo cierto. Pero también suponemos que es usted una persona que cree que la blasfemia contra el Espíritu de Dios, precisa el hablar mal de su Obra, pues, permítanos aclararle que no es sólo esta, la forma de herir profundamente a la divina persona del Padre.

En efecto, Dios Espíritu da testimonio de sí mismo en la persona que un día se presentaría tangiblemente a los hombres. Esta es la persona de Jesús, nombre sobre todo nombre en quien hay salvación, y es el otro testigo, que da testimonio Fiel y Verdadero de la existencia de Dios el Padre.

Por lo que dice la Escritura que, quien tiene al Padre tiene al Hijo y quien recibe al Hijo, también recibe al Padre que le envió. Más, el que no cree en el testimonio verdadero del padre (quien es Jesucristo), hace a Dios mentiroso.

He allí, el verdadero “Pecado Imperdonable”: Que los hombres, amaron más las tinieblas que la luz, por lo que Dios, permitió un poder engañoso, con el fin de que todo el que rechace la verdad, entonces crea a la mentira y así sea juzgado de derramar impíamente la sangre del Cordero.

Por eso el apóstol Juan, es tajante al decir: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.No es que Dios realmente no pueda o no quiera perdonar cualquier pecado, sino que, debe usted entender que Dios le dio libre albedrío para decidir entre escoger el bien o el mal.

Dios no quiere obligarle a tomar una decisión unilateral; pues no nos hizo robots. La voluntad de Dios, es que todos los hombres procedan al arrepentimiento y sean salvos. Precisamente, es el Espíritu Santo quien hace el trabajo de redargüir de pecado, de justicia y de juicio (Jn.16:8).

En esto Dios hecho carne dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. (Apocalipsis. 3:20). Por lo que, si haciendo uso de su libre albedrío, una persona rechaza hasta la muerte la oportunidad de ser salvo; entonces Dios ya no lo podrá salvar, por mucho que le duela su suerte eterna. Finalmente, el contexto general tocante a esta realidad dice que el Padre –El Espíritu- a nadie juzga, sino que entregó toda esta potestad al Hijo. Más, el hijo dice que, Él no juzga a nadie, sino su Palabra: Si rechazas la invitación que Jesús –La Palabra- le hace, ya no habrá salvación para usted, por el contrario, le espera una horrenda expectación de juicio.

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